domingo, 31 de octubre de 2010

IL VESPRI SICILIANI DI GUISSEPE VERDI

vespri siciliani, también conocida bajo el título francés de Les vêpres siciliennes (Las vísperas sicilianas), es una ópera en cinco actos con música de Giuseppe Verdi y libreto en francés de Charles Duveyrier y Eugène Scribe a partir de su obra Le duc d'Albe. Fue estrenada en la Ópera Garnier el 13 de junio de 1855. En España se estrenó el 4 de octubre de 1856, en el Gran Teatre del Liceu de Barcelona, en la versión italiana.


La ópera se basa en hechos históricos que ocurrieron en 1282 y se conocen con el nombre de las vísperas sicilianas.

Al igual que ocurrió con Don Carlos, que también fue estrenada con un libreto en francés, fue traducida rápidamente al italiano y estrenada el 26 de diciembre de 1855 en el Teatro Reggio de Parma. Para esta versión Verdi tuvo que ajustarse a la censura cambiando el libreto y el título por el de Giovanna di Guzman.

Una tercera versión, en italiano y completa, fue estrenada el 4 de febrero de 1856 en la Scala de Milán. Esta es quizás la más conocida y grabada.
Giuseppe Verdi
I vespri siciliani

La duchesa Elena: Leyla Gencer
Arrigo: Gastone Limarilli
Guido di Monforte: Gian Giacomo Guelfi
Giovanni da Procida: Nicola Rossi-Lemeni
Il sire di Bethune: Franco Pugliese
Il conte Vaudemont: Mario Borriello
Danieli: Fernando Jacopucci

Orchestra e Coro del Teatro dell'Opera di Roma
Gianandrea Gavazzeni
Roma, 5.XII.1964Las vísperas sicilianas históricas
De cómo llegaron los franceses a Sicilia: Los Hohenstaufens contra los Papas
Sicilia bajo Carlos de Anjou
El verdadero Giovanni da Procida


Las vísperas sicilianas históricas

I Vespri Siciliani está basada en un hecho histórico real. El 30 de marzo de 1282 los campesinos de Sicilia se rebelaron en contra de las fuerzas francesas que gobernaban la isla. Se desconoce la verdadera razón de tal levantamiento, y se debate el hecho de que fuera organizado por una conspiración secreta; pero la leyenda cuenta que la rebelión se habría iniciado cuando un soldado francés, alegando buscar armas ocultas, abusó de una mujer siciliana que iba camino a la iglesia. Unos dicen que quien mató al francés habría sido el marido de la mujer, otros afirman que habría sido un extraño entre la muchedumbre. Al redoblar la campana vespertina, la multitud estalló en un grito de “Muerte a los franceses”. Una batalla mortal entre sicilianos y franceses se esparció rápidamente a través de la isla, asesinando a miles de soldados franceses, mujeres y niños. Más tarde surgió la historia que narraba que las campanas del lunes después de la Pascua habían señalado el inicio de un ataque planeado con anticipación, y la rebelión fue entonces apodada Las vísperas sicilianas.


De cómo llegaron los franceses a Sicilia: Los Hohenstaufens contra los Papas

Las causas del levantamiento son complejas. Sicilia había estado bajo el control de los franceses casi quince años. Antes de ello había pertenecido a los Hohenstaufens, una generosa familia alemana de reyes y emperadores sacro-romanos. Cuando Federico II de Hohenstaufen se tornó emperador sacro-romano en 1220, cambió el sito de su gobierno para la baja Italia (Nápoles) y Sicilia, en ese entonces conocida como “el reino de las dos Sicilias”. Federico quería expandir el Sacro Imperio Romano (que ya incluía la Alemania moderna, Holanda, Austria y Suiza, partes de Francia y más) para que abarcara toda Italia, mudar la capital a Roma y re-capturar toda la gloria del antiguo Imperio Romano. Pero su ambición lo llevó a un conflicto directo (y a veces hasta la guerra) con la Iglesia, la cual reclamaba gran parte del territorio de Italia para sí misma. La tensión entre el emperador y la Iglesia persistió por varios papados; el mismo Federico fue excomulgado en tres ocasiones diferentes.

Al borde de perder Roma cediéndosela al emperador, el Papa Inocencio IV lanzó una contraofensiva abierta: excomulgar al emperador (la tercera excomunión de Federico) e incitar a los príncipes alemanes a unirse bajo un nuevo emperador. Tal plan fracasó, y el Papa intentó por segunda vez con otro emperador de reemplazo. Con tanto esfuerzo y poco éxito, la mayoría de los príncipes del Imperio permanecieron leales al emperador. Pero Inocencio IV estaba completamente empecinado en eliminar a Federico y su dinastía Hohenstaufen. Ordenó entonces una cruzada en contra del emperador. A este fin, aquellos que tomaran las armas en contra de Federico, gozarían de indulgencias especiales y serían exentos de la ley material.

Pero antes de que aconteciera el enfrentamiento máximo entre las fuerzas del Papa y el emperador, Federico enfermó seriamente y murió. Lo sucedió su hijo Conrado IV, quien continuó sus luchas contra el Papa hasta su propia muerte prematura por fiebre en 1254. El Papa, quien estaba comenzando a sentir la dificultad de sacar a los Hohenstaufen de Sicilia, reconoció el derecho a la corona de Conradino, hijo de Conrado de dos años de edad. Manfredo, tío de Conradino e hijo ilegítimo de Federico II, actuó como su regente. Ambos hicieron las paces con el Papa y todo parecía estar bien, hasta que Manfredo se sublevó y se auto-declaró Rey de Sicilia.

El nuevo Papa, Urbano IV, continuó la búsqueda de su predecesor, intentando hallar un héroe extranjero que pudiera colocar a Italia nuevamente bajo el poder del Papa. Finalmente nombró a Carlos de Anjou, hermano del rey Luis de Francia, con poder, derecho y dinero para invadir Nápoles y Sicilia y despojar a Manfredo del trono. En 1268, Carlos conquistó su causa y fue Coronado Rey de las dos Sicilias.


Sicilia bajo Carlos de Anjou

Carlos de Anjou estableció un gobierno opresor en Sicilia, sometiendo a los residentes de la ciudad a todo tipo de injurias. Carlos reemplazó a muchos terratenientes por sus propios seguidores franceses y desatendió las tradiciones locales. Se alega que los nativos de la nobleza eran forzados a llevar la comida y la bebida a la mesa de banquetes francesa, mientras otros trabajaban como sirvientes en las cocinas de los franceses. La moneda local era insolvente, lo cual dificultaba el comercio; para peor, Carlos cobraba impuestos a la población por todo lo que tenía algún valor. Mientras el resentimiento contra Carlos se difundía por toda la isla, el regente prestaba poca atención a Sicilia. Quería establecerse como una fuerza a lo largo del Mediterráneo y se tornó Rey de Jerusalén, Rey de Albania, regente de Grecia, soberano de Provenza y gobernador de Túnez.

En la fatal primavera de 1282, Carlos se preparaba para liderar la cruzada en contra del Imperio Bizantino, empeñado en capturar Constantinopla. Pero la inesperada revuelta en el centro de sus dominios hizo que Carlos tornara hacia Italia. Si las Vísperas sicilianas no hubieran acontecido, hoy podríamos estar viviendo en un mundo muy diferente.

La ambición de Carlos le hizo perder el respeto de otros monarcas europeos. En particular fue Pedro III de Aragón quien resintió sus reclamos territoriales. Pedro ya había tenido conflictos con Anjou y con Francia acerca de tierras. Él también tenía un reclamo al trono siciliano: estaba casado con Constanza, hija y heredera de Manfredo. Pedro apostó al miedo de otros monarcas europeos, en particular el emperador griego Miguel Palaeologus, y puede ser que haya falsificado una alianza con ellos en contra de Carlos. Sin embargo, sus negociaciones secretas nunca fueron fructíferas, las vísperas sicilianas las hicieron innecesarias.

Después de que las Vísperas sicilianas derrocaron el poder en Sicilia, fue claro que los sicilianos solos jamás serían capaces de hacer frente al poderío completo del ejército de Carlos de Anjou. Los sicilianos ofrecieron la corona de su isla a Pedro III de Aragón, quien aceptó rápidamente y pudo llegar a la isla, crear un ejército y defenderla de una nueva invasión por parte de las fuerzas francesas. Por los próximos veinte años, Aragón y Anjou contenderían por el control completo de Sicilia.


El verdadero Giovanni da Procida

Giovanni da Procida fue una figura histórica; lo que no se sabe claramente es qué rol jugó en el alzamiento de las Vísperas sicilianas. Él era el gobernador de Procida, una isla cercana a la costa de Sicilia, propiedad de los Hohenstaufen. También era un famoso doctor que había dado tratamiento a Manfredo. Da Procida apoyaba a los Hohenstaufen en su lucha por mantener a Sicilia fuera de las manos del Papa, y más tarde de las de Carlos de Anjou y perdió a su esposa e hijos en esta lucha.

Cuando los Hohenstaufen fueron finalmente expulsados de Sicilia, da Procida se exiló. Fue a parar a la corte aragonesa (recuerden que Constanza, la hija de Manfredo, era reina allí). Pedro III y Constanza reconocieron los talentos de da Procida y lo hicieron gobernador de Lusca, Benizzero y Palma.

En el siglo XIV surgió una leyenda que narraba que Giovanni da Procida había sido el cerebro de las vísperas sicilianas; en realidad, tal leyenda todavía circula en la actualidad. De acuerdo con esta leyenda, el levantamiento había sido cuidadosamente planeado por una conspiración de nobles sicilianos y poderes extranjeros. La campana vespertina habría alistado a miles de sicilianos para comenzar la masacre de los ocupantes franceses. La inteligencia de da Procida y su posición como conexión entre los derrotados Hohenstaufen y la corte de Pedro de Aragón, le dan credibilidad a la leyenda. Aunque es probable que Giovanni da Procida estuviera envuelto en las negociaciones de Pedro de Aragón con otros monarcas en contra de Carlos de Anjou, no hay prueba de que él haya realmente tenido un rol en el levantamiento de las vísperas sicilianas.

Durante las fases preliminares del resurgimiento italiano (ver la información de fondo de Nabucco), la leyenda de Giovanni da Procida cobró un nuevo significado. Patriotas italianos, añorando un país unido, vieron a da Procida como un patriota que aprovechaba el poder del pueblo para ahuyentar a las fuerzas extranjeras del suelo italiano. Para muchos italianos, da Procida era el equivalente medieval de los nacionalistas italianos como Mazzini, quienes estaban organizando levantamientos por su propia cuenta. La historia de Giovanni da Procida parecía comprobar que el pueblo italiano siempre había luchado por la independencia. Durante la primera mitad del siglo XIX, su historia inspiró obras teatrales, óperas y novelas. El doctor político sería un típico personaje verdiano.

Pero no todos los patriotas italianos del siglo XIX estaban encantados con Giovanni da Procida. En su libro Historia de la guerra de las vísperas sicilianas, Michele Amari afirma ciertamente que las vísperas sicilianas fueron simplemente una serie de disturbios populares no planeados. Hoy, la mayoría de los historiadores parecen creer que la verdad linda entre estos dos extremos: alguna conspiración existió, pero los levantamientos fueron espontáneos. Quizás nunca se sepa la verdad

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