Pianista estadounidense de origen polaco, famoso especialmente por sus interpretaciones de obras de compositores románticos como Frédéric Chopin. Nació en Lódz, Polonia; estudió en Varsovia y Berlín. Debutó como profesional en 1901 con la Filarmónica de Berlín dirigida por su profesor, el famoso violinista húngaro Joseph Joachim. En 1940 a raíz de la ocupación alemana de Francia, Rubinstein se estableció en Estados Unidos. Realizó giras internacionales en varias ocasiones por países de América Latina como Argentina o Cuba (negándose a actuar en Alemania después de la guerra, en memoria de los que habían muerto en el holocausto) y con frecuencia actuó en la radio, la televisión y el cine. Sus memorias llevan los títulos de Mis años de juventud (1973) y Mis largos años (1980). Existen notables grabaciones discográficas realizados por Rubinstein de obras de Johannes Brahms, Frédéric Chopin, César Franck, Serguei Rajmaninov, Camille Saint-SSu mentalidad optimista se reflejaba en la vitalidad de sus interpretaciones. Poseía un sonido inconfundible, seguro, redondo, lleno de claridad y sonoridad, y capaz de matices impensables. Se sentía a gusto tanto en el clasicismo como en el romanticismo, en el repertorio ruso, español y francés. Será sin duda recordado como uno de los mejores intérpretes de Frédéric Chopin. Liberó a las obras del compositor polaco del excesivo sentimentalismo y amaneramiento. Les dio fuerza, ritmo y una sutil sensibilidad.
En una entrevista comentaba Daniel Barenboim: “La forma de tocar de Rubinstein era tan natural que a uno le parece un juego de niños. Cuando alguien intenta alcanzar semejante claridad se da cuenta de cuán difícil es lo aparentemente fácil”. Al preguntarle el crítico Joachim Kaiser cómo genera ese inconfundible sonido, Rubinstein respondió: “Es muy fácil: piso el pedal izquierdo y toco un poco más fuerte”, lo cual era sin duda de una exageración en tono algo jocoso, puesto que las grabaciones en video de sus interpretaciones nos revelan que no abusaba de este pedal, como la frase nos puede inducir a creer.
aëns, Franz Schubert y Robert Schumann.
Una vida como la de Arthur Rubinstein deja muchas anécdotas para contar, aquí queda constancia de unas pocas.
En uno de sus conciertos en el Teatro Principal de Palma de Mallorca le dijo al desesperado afinador, que no acertaba a ajustar una nota: “Déjelo, hombre. Si la gente no se va a dar cuenta”. Años más tarde, en el mismo escenario, hizo pasar a toda la gente que se había quedado a las puertas sin entrada y les dejó sentarse sobre el escenario alrededor de él.
Cuenta el director y pianista Daniel Barenboim que la primera vez que fue a visitarlo a los once años, muerto de miedo ante semejante eminencia musical, el maestro le dio un puro y una copa de coñac. La tensión quedó evidentemente aliviada, y la alegría con la que volvió Barenboim a casa les resultó a sus padres algo sospechosa.
Cuenta Astor Piazzolla que en 1939, a los dieciocho años, lo escuchó en el Teatro Colón (Buenos Aires) y quedó enamorado de su manera de tocar el piano. Decidió escribir un concierto para Piano, especialmente para él. Luego lo fue a visitar a su departamento en Buenos Aires para mostrárselo. La primera reacción de Rubinstein, aunque muy amable, fue la sorpresa de que el concierto fuese para piano solo. Comenzó a tocar los primeros compases del joven futuro genio de la música Argentina y le lanzó una mirada "fuerte y cordial". Le preguntó "¿Digame joven, a usted le gusta la música?" "Sí" respondió Astor. "¿Entonces, porqué no va a estudiarla?" "Justamente, por eso estoy acá, quiero estudiar música." Rubinstein se encargaría de hablar con el director de orquesta Juan José Castro que terminaría recomendando a Astor que estudie con Alberto Ginastera.
Joachim Kaiser narra en su libro “Große Pianisten in unserer Zeit” (Grandes pianistas de nuestro tiempo) el contratiempo que se le presentó mientras interpretaba en Eindhoven la sonata Appasionata, cuyo significado explicó Beethoven con la frase: “lean la Tempestad de Shakespeare”. En el tercer movimiento, en el presto-fortissimo, en ese final salvaje, se rompió la banqueta con un fuerte chasquido. Rubinstein se puso blanco; pero, lejos de acobardarse, siguió tocando, medio de pie, medio sentado, con notas incorrectas, hasta el final.
Autobiografía en dos volúmenes: My Young Years (1973) y My Many Years (1980).
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